El maíz, científicamente conocido como Zea mays, es uno de los cultivos más importantes del mundo, sirviendo como alimento para humanos y animales, además de ser una materia prima para la producción de biocombustibles y varios productos industriales. Originario de Mesoamérica, el maíz fue domesticado por los pueblos indígenas hace miles de años, y se ha extendido por todo el mundo gracias a su adaptabilidad a diferentes climas y suelos.
La planta de maíz se caracteriza por su altura, que puede alcanzar varios metros dependiendo de la variedad. Cada planta produce mazorcas, que están protegidas por cáscaras y contienen los granos o semillas. Estos granos son ricos en carbohidratos, fibra y vitaminas, especialmente vitamina B y algunos minerales esenciales como el fósforo y el magnesio. El maíz se consume de varias formas: hervido, tostado, convertido en harina para hacer tortillas, pan y pasteles, o transformado en cereales para el desayuno, aceite y jarabe de maíz.
Además de su valor nutritivo, el maíz juega un papel crucial en la economía agrícola. Estados Unidos es el mayor productor mundial, seguido de Brasil, China y Argentina. La producción de maíz implica importantes desafíos, como la necesidad de gestionar adecuadamente las plagas, las enfermedades y las condiciones climáticas adversas. La biotecnología ha contribuido al desarrollo de variedades de maíz genéticamente modificadas, que permiten una mayor resistencia a los estresores ambientales y mayores rendimientos de producción. Sin embargo, el uso de estas tecnologías también genera debates sobre la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y el impacto medioambiental.