El aceite de oliva, identificado como uno de los pilares de la dieta mediterránea, va más allá de ser solo un condimento para ensaladas. Este líquido dorado, obtenido de las aceitunas, ha sido apreciado a lo largo de la historia no solo por sus ventajas culinarias, sino también por sus propiedades medicinales y su uso en rituales y ungüentos. Sus orígenes se remontan a miles de años, con evidencias de su uso en antiguas civilizaciones como la griega y la romana, que entendieron sus beneficios desde muy temprano.
Desde una perspectiva nutricional, el aceite de oliva es excepcionalmente rico en ácidos grasos monoinsaturados, especialmente el oleico, que se ha demostrado que es beneficioso para la salud cardiovascular. Además, contiene antioxidantes como la vitamina E y polifenoles, que tienen propiedades antiinflamatorias, ayudan a combatir el estrés oxidativo y pueden reducir el riesgo de enfermedades crónicas. El aceite de oliva virgen extra, en particular, es el más valorado por sus características, ya que se extrae directamente de las aceitunas mediante procesos mecánicos, conservando las propiedades nutricionales y organolépticas intactas.
Incluir el aceite de oliva en la dieta diaria puede ser una estrategia sencilla pero efectiva para mejorar su salud en general. Además de ser un excelente aderezo para ensaladas, también puede usarse en la cocina, aunque se recomienda hacerlo a temperaturas moderadas para preservar sus propiedades. La versatilidad y las ventajas del aceite de oliva lo hacen un componente indispensable en la cocina, capaz de realzar desde el plato más básico hasta la receta más sofisticada, siempre brindando un matiz de sabor y bienestar.